El problema de los falsos hermanos
(Gálatas 2:3-5)
Pablo escribe que a la naciente iglesia de Jerusalén habían entrado a escondidas, sigilosamente, algunos falsos hermanos. Buscaban investigar si los hermanos que habían creído en Jesús estaban o no guardando la ley de Moisés. Y estas mismas personas se declararon después enemigos acérrimos de los apóstoles introduciendo herejías encubiertamente.
Este problema aún se presenta hoy. Hay falsos hermanos, falsos pastores y maestros que de tiempo en tiempo aparecen en las iglesias con doctrinas e ideas que son extrañas al Evangelio. Falsos hermanos que dicen ser cristianos, pero no lo son. Vienen con la idea de imponer nuevas normas, nuevas prácticas; otros tuercen el Evangelio para imponer sus ideas. Siempre enseñando que la sola fe en Jesucristo no es suficiente, se necesita más. No nos podemos someter a estos falsos pastores y maestros ni por un segundo.
Estos falsos hermanos son los que por una falta de entendimiento acerca de la justificación por la fe, introducen en la iglesia el legalismo. De hecho, toda religión que no conoce la gracia de Dios en Cristo cae en el legalismo. Y el legalismo conduce a un fundamentalismo ciego. Algunas iglesias se vuelven muy meticulosas en asuntos del vestido y la comida, pues prohíben el maquillaje, usar pantalón, cortarse el pelo, o no permanecer en la iglesia el domingo de 6:00 a.m. a 6:00 p.m., etc. Hay otras iglesias que son dadas al misticismo, y entonces practican largos ayunos, buscan tener visiones y nuevas revelaciones, sueños, etc., muchas veces porque no han entendido que la salvación es por la gracia de Dios.
Otras iglesias practican el ascetismo. Creen que para uno salvarse tiene que castigar el cuerpo y privarse de muchas cosas. Desde la época medieval la iglesia católica romana ha enseñado que para una persona ser santa tenía que flagelarse el cuerpo, ayunar y hacer penitencia; además, se deben guardar algunos días religiosos. Por otra parte, hay sectas evangélicas, como los adventistas, que prohíben comer carne de cerdo. Algunos carismáticos prohíben la TV, oír música, ir a la playa, mirar una mujer, tomarse un vino, etc. No han entendido que no es por esas cosas que Dios lo acepta a uno, sino que somos justificados por la gracia por medio de la fe (v. 5).
Pablo dice que estos falsos hermanos buscan reducirnos a la esclavitud y que no nos podemos someter a ellos ni por un segundo.